Una vez que un cardenal obtiene al menos dos tercios de los votos durante el cónclave, se convierte en el nuevo papa, siempre que acepte el encargo y comunique con qué nombre desea ser llamado. Este momento marca el inicio de una serie de rituales establecidos por la tradición vaticana.
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Solo después de aceptar formalmente el cargo, se realiza el anuncio oficial desde el balcón central de la plaza de San Pedro, donde se informa a los fieles sobre la elección del nuevo pontífice. Antes de ese momento público, el elegido realiza un paso simbólico importante.
La Sala de las Lágrimas y la preparación para su primera aparición
El nuevo papa es conducido desde la Capilla Sixtina a una habitación adyacente conocida como la Sala de las Lágrimas. Esta sala recibe su nombre por ser un espacio reservado para que el pontífice pueda tener un momento de intimidad, rezar o expresar su emoción antes de presentarse ante el mundo.
En la sala ya está preparada la vestimenta papal: tres sotanas blancas de distintos tamaños, cuatro sobrepellices, una muceta morada y una estola púrpura con bordados dorados. También se dispone de diferentes tallas de zapatos, fajines, un cordón y una cruz dorada para que el papa elija qué usar.
Cada pontífice decide cómo aparecer ante los fieles. Por ejemplo, Joseph Ratzinger, elegido como Benedicto XVI, salió al balcón con muceta y estola. En cambio, Jorge Mario Bergoglio, actual papa Francisco, optó por un atuendo más sencillo, sin muceta ni estola, y solo con la cruz pectoral.
La proclamación pública la realiza el protodiacono de la Iglesia, cargo que actualmente ostenta el cardenal francés Dominique Mamberti. Él es el encargado de anunciar el nombre del nuevo papa y el nombre con el que ejercerá su pontificado.
Una vez hecho el anuncio, el papa se dirige al pueblo congregado en la plaza de San Pedro y ofrece la tradicional bendición urbi et orbi.