La Iglesia católica se prepara para una nueva etapa con la próxima elección del sucesor del papa Francisco. A partir del miércoles 7 de mayo, 133 cardenales menores de 80 años se reunirán en la Capilla Sixtina, en un cónclave que se anuncia abierto y sin un candidato claro a liderar el Vaticano.
Durante el proceso, los cardenales permanecerán aislados, sin contacto con el exterior: sin teléfonos, acceso a internet, televisión ni prensa. En tanto, fieles congregados en la plaza San Pedro, así como millones de personas en todo el mundo, seguirán con atención el desarrollo del cónclave esperando la señal de humo blanco que anunciará la elección del nuevo pontífice.
Elección marcada por desafíos y un perfil en construcción
La sucesión de Francisco se da en un contexto de retos internos y globales para la Iglesia católica. Aunque se han mencionado nombres como los italianos Pietro Parolin y Pierbattista Pizzaballa, el maltés Mario Grech, el filipino Luis Antonio Tagle y el francés Jean-Marc Aveline, no existe una candidatura oficial, y las posibilidades están abiertas. El proceso de votación contempla cuatro rondas diarias, salvo el primer día, y se espera que la decisión se tome en dos o tres días, aunque algunos prevén una duración mayor.
Los cardenales buscarán consenso entre diferentes corrientes internas, como los sectores que respaldan las reformas impulsadas por Francisco y los grupos más conservadores. Se requiere una mayoría calificada de dos tercios —al menos 89 votos— para elegir al nuevo pontífice.
Un cónclave con representación global y prioridades urgentes
Este será el cónclave más diverso de la historia, con cardenales de 70 países en los cinco continentes. La mayoría de ellos fueron designados por el propio Francisco, muchos provenientes de regiones tradicionalmente alejadas del centro de poder eclesiástico.
Durante las congregaciones generales previas al cónclave, los electores han abordado temas clave como los casos de abuso sexual, la disminución de vocaciones, el rol de las mujeres en la Iglesia y las tensiones globales. Aunque los participantes descartan que haya campañas formales, reconocen que existen intercambios de opiniones sobre perfiles considerados adecuados para enfrentar los desafíos actuales.
El método de elección, que se remonta a la Edad Media, mantiene su simbolismo intacto: humo negro indica que no se alcanzó un consenso; humo blanco, que se ha elegido al nuevo papa.